El último filme de
Rithy Panh me recuerda a la fascinante After
life (1998), de Hirokazu Koreeda, película que sucede en una especie de
limbo, lugar donde los muertos tendrán que elegir el evento más gozoso de sus
vidas para luego ser recreado en un montaje fílmico. Este finalmente será el
único recuerdo que cada difunto conserve durante la eternidad. El cine
entendido entonces como fuente de preservación de la memoria, una que por
cierto será inmortal respecto al recuerdo humano. Casi a manera de un
documental, Koreeda representa a un grupo de personas forzando al recuerdo,
algunos confundiendo tiempos y personajes, otros presa de lagunas mentales.
Todo recuerdo humano tiene un límite de caducidad, cada vez más sensible al
paso de los años. La memoria del cine, es decir, la fuente filmográfica, no la
tiene. Los recuerdos plasmados en la imagen serán las mismas de aquí a cien
años. Muy a pesar, ¿es el cine fiel al recuerdo humano? Una escena de After life afirma que no es así, y The missing picture (2013) lo confirma.
Antes de The act of killing (2012), Rithy Panh ya
había convocado a un grupo de personas para recrear la historia de una masacre.
S21: La máquina de la muerte de los
Jemeros rojos (2003) es un documental que rememora los acontecimientos
violentos ocurridos en la ciudad de Phnom Penh. Es el discursivo testimonial
que de pronto se perfila a la ficción. Es la memoria dramatizada, en este caso,
a fin de reflexionar sobre uno de los genocidios más letales en la historia de
Camboya. Con The missing picture Panh
nuevamente invita a la reflexión a medida que acude a la memoria, no solamente
la humana, sino también la fílmica, aquella que en tiempos de terror se fue
fabricando con el fin de glorificar un discurso político. He ahí lo que Orson
Welles afirmaba en su documental F for
fake (1973): el cine como mecánica del engaño. O, como lo diría el mismo
Panh, la imagen que está ausente, aquella que parece ser pero no es. Es decir,
es la realidad que ha pasado por un filtro de ficcionalización.
Es, por ejemplo, la
ardua labor de los agricultores de Phnom Penh que en la imagen fílmica
representan el espíritu benefactor de la revolución, pero que, sin embargo, en
el recuerdo de Panh era el sufrimiento, la hambruna y demás excesos padecidos
por él y otras víctimas. Ambas son la misma situación, mas siendo una de ellas selectiva
o falsificada. Es el montaje de la memoria. Una realidad alterada que si bien no
es verdadera, permite a los que la vivieron puedan rememorarla, mientras a los que no,
reflexionar sobre ellas. The missing
picture va desatando una serie de recursos ambivalentes. El pasado mismo
como un escenario glorioso así como doloroso. Son los recuerdos de la infancia en
tiempos de paz y de guerra, a los que se acude o los que te reclaman. Mientras
que por un lado la memoria te ampara, por otro te atormenta. La imagen,
representación de un pasado, como fuente engañosa por sí sola.
The missing picture, al igual que S21,
parte de la fuente artística en general como fuente de recreación de la
memoria. Tanto el cine, la pintura o el tallado de imágenes diminutas, son
mecanismos de persuasión, mímesis o re-creación de la realidad. La realidad
interpretada como vivencias que pasan a formar parte del pasado, aquello que se
reúne en la memoria, la que será luego reinventada a modo de cine, por ejemplo.
La memoria y el cine como colectividades que son difusas, es decir, que están
fragmentadas o no son del todo veraces; una porque se desgasta, otra porque es
ficción.
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