Proyectándose en el Centro Cultural de la PUCP. Últimas fechas: sábado 30 de junio (10:20pm) y domingo 1 de julio (2:15pm).
Un antecedente histórico de la película de Wes Anderson es un hecho acontecido en Constantinopla en 1910. El gobierno turco erradicó a miles de perros a una isla cercana con intención de competir con los modelos de ciudades europeas. El corto francés Chienne d’histoire (2010), dirigido por Serge Avedikian, hace un retrato de esta peripecia. Isla de perros (2018) alude a la acción, aunque asentada a un contexto y temporalidad diferente. Se podría decir que es la película más seria de Anderson, quien hasta el momento se ha empeñado en desarrollar comedias sobre cómplices o colectivos envueltos en una aventura. Su último filme no deja de ser una comedia, sin embargo, no es posible pasar por alto los argumentos comprometidos que aluden a una crisis humanitaria que encuentra una excusa en el argumento político.
Un antecedente histórico de la película de Wes Anderson es un hecho acontecido en Constantinopla en 1910. El gobierno turco erradicó a miles de perros a una isla cercana con intención de competir con los modelos de ciudades europeas. El corto francés Chienne d’histoire (2010), dirigido por Serge Avedikian, hace un retrato de esta peripecia. Isla de perros (2018) alude a la acción, aunque asentada a un contexto y temporalidad diferente. Se podría decir que es la película más seria de Anderson, quien hasta el momento se ha empeñado en desarrollar comedias sobre cómplices o colectivos envueltos en una aventura. Su último filme no deja de ser una comedia, sin embargo, no es posible pasar por alto los argumentos comprometidos que aluden a una crisis humanitaria que encuentra una excusa en el argumento político.
En un futuro que
insinúa a una realidad distópica, en algún punto del territorio japonés,
Megasaki City ha expulsado a todos los perros de su perímetro a fin de
mantenerse lejos del virus que se ha expandido en dichos animales. En
respuesta, un niño buscará a su mascota a la isla en donde los canes fueron confinados.
Alternamente, grupos intentan encontrar una solución o destapar las verdaderas
intenciones de la radical sentencia aplicada por el gobierno. Mediante su
típico humor lacónico e inocente, Anderson va promoviendo una reflexión y
crítica a una realidad ficcional que salta a la coyuntura. La
deportación de una comunidad, acción que responde a un resentimiento histórico
–no solo caduco, sino que además carente de sentido–, no es lejana a la
realidad de los desterrados en la era Trump.
La norma impuesta en
Megasaki City hace referencia a una dolencia de nuestra época en que la
diferencia racial se ha politizado y legalizado mediante leyes que, en gran
proporción, han sido consentidas por la ciudadanía del territorio
correspondiente. Obviamente, Isla de perros, por muy trágico que sea su
panorama decadente –no dejo de recordar al cine japonés de la post guerra que
convirtió a su territorio en el espacio decadente por excelencia–, está
envuelta por un optimismo propio de su comicidad y el emprendimiento/obstinación/compromiso
de algunos de sus protagonistas por solucionar la problemática. La película
inspira el deseo de no dominación ante cualquier gesto de despotismo político,
aunque podríamos decir que se queda a medio camino del “realismo”.
A propósito del rasgo
realista, el corto de Serge Avedikian crea una imagen cruda que revitaliza el
propósito que comparte con la película de Anderson. Chienne d’histoire se estrenó en el 2010, a pocos años antes en que
el éxodo sirio tuviera su punto más alto, pero curiosamente tiene una secuencia
terrible que no solo “predice”, sino que también resume la modalidad de escape
de los auto exiliados y la reacción (exótica) de los ajenos a la situación, que
responde con fotografías, como esforzándose por inventariar su inhumanidad.
Podemos definir que la reminiscencia de Wes Anderson al infausto acontecimiento
en Turquía hace mayor eco al conflicto de la reforma migratoria en EEUU,
mientras que el corto francés lo hace con la situación de los refugiados
sirios. Uno responde al absurdo divisionismo racial, el otro al divisionismo de
identidades.
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