En un principio Aurora (2014) se manifiesta como un
drama extravagante. La historia de una mujer obstinada con la adopción de una
recién nacida hallada muerta en un vertedero, parece apuntar a ser la crónica
de una obsesión absurda. Desde que Sofía (Amparo Noguera), una profesora de
edad madura, se ha enterado que el cuerpo de la menor no ha sido reclamado,
ella se ha empecinado en solicitar sus restos a fin de otorgarle los derechos
que, dadas las circunstancias, las oficinas públicas no le adjudican; el de brindarle
una identidad y una posterior sepultura al cadáver. La mujer para esto tendrá
que hacer vigilia a un protocolo. Es la burocracia legal que comienza a ponerle
diversas trabas, obstáculos que por cierto no decrecen el ánimo de la educadora,
sino todo lo contrario. Es como si el engorroso trámite la motivara. En base a
esto, se va generando una fractura: una mujer que va fundando un perfil anormal
a medida que los personajes que la rodean han puesto en duda su salubridad
mental.
El director Rodrigo
Sepúlveda parece provocar adrede una lectura fallida de su protagonista.
Durante su iniciativa, la maestra irá asumiendo una naturaleza anómala. Su
sesgo perfila un aire sombrío y enfermizo. Su obsesión de pronto ha comenzado a
perturbar su rutina laboral e íntima. Su frecuencia a una morgue y a un juzgado
es hostigante. Lo que a inicio simulaba una petición personal, la mujer lo va
difundiendo a nivel comunitario. La actitud de Sofía, sin embargo, va más allá
de un empecinamiento producto de una demencia. Aurora poco a poco va desembocando a un mensaje reflexivo sobre la
condición humana. Este filme chileno es consciente al momento de plantear a una
mujer inclinada a un carácter mesiánico, uno que es observado por algunos
personajes con indiferencia o como un acto de demencia. La historia de Sofía,
desde dicha perspectiva, simula a convertirse en una versión derivada de algún
pasaje bíblico.
En una secuencia final
de la película, su atmósfera deprimente se deja de lado para ser reemplazada
por una melodía triunfal. Más que una marcha fúnebre, una breve multitud
asciende por una colina dando señas de victoria. El verdor de la misma hace contraste
con la paleta de grises que habitualmente lucía impreso en dicho balneario
chileno. Sepúlveda recrea una metáfora sobre la memoria, la que recientemente
se ha examinado en documentales como La imagen ausente (2013) o The look of silence (2014). Aurora, sin
embargo, no apela a un carácter histórico. La protagonista del filme abala a un
compromiso innato. Así como existen deudos de conflictos armados en búsqueda de
sus desaparecidos, Rodrigo Sepúlveda funda a un personaje utópico que está consciente
de esos “otros” desaparecidos anónimos.
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