Desacertado filme del
mexicano Amat Escalante, quien se deja arrastrar por el tributo, sustituyendo
el realismo por surrealismo, y convierte su filia por la sordidez en pura
explotación morbosa. Desde Sangre
(2005), el director ha abrasado los defectos humanos, aunque siempre dejando
una huella del panorama social, casi siempre llegando a una representación
carnavalesca o del exceso, pura sustancia de lo que figura el lado nocivo, por
ejemplo, de la inmigración ilegal (Los
bastardos, 2008) o la criminalidad institucionalizada (Heli, 2013). En La región
salvaje (2016), sin embargo, lo social es relegado por un asunto doméstico;
la historia de una relación extramatrimonial. Escalante aborda un amorío que ni
si quiera escala a lo melodramático, aspirando solo a lo escandaloso. A ello se
suma una historia fantástica.
El mexicano hace
tributo explícito a Posesión (1981),
de Andrzej Zulawski. Es de hecho la cuota interesante del filme, que para mal
hace un alargue como para cerrar su primera parte. La región salvaje encuentra sus logros fuera del contexto citadino.
El campo abierto y una cabaña son sus mejores momentos. Cuál película de
terror, responde por un estado atmosférico, aunque no llegando al estado
psicológico del director polaco al que hace memoria, pero si generando
desasosiego. A diferencia de un Tiburón
(1975) o Alien (1979), para cuando aparece el némesis, la película no tiene
más sentido. La idea de la carnalidad y su relación con la pulsión de muerte personificada
en un solo ente, ya está más que definida, mas Amat Escalante insiste en
“cerrar” lo anterior. La argumentación de un liberado parece más un
remordimiento del director por esquematizar una cuota comprometida que no calza
entre la fábula.
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