La reciente película
del chileno Fernando Lavanderos es interesante a partir del trasfondo de su
historia. Así como en Y tu mamá también (2001),
a medida que se desarrolla la ruta del protagonista de Sin norte (2015) iremos contemplando un esquema social que se
aparta del alcance de los residentes en la capital. Esteban (Koke Santa Ana) va
al reencuentro de su pareja quien intempestivamente se marchó hacia el norte de
Chile. La búsqueda del hombre implica el encuentro y trato con residentes de
esa área que esbozan carencias, preocupaciones, conflictos y negligencias que,
curiosamente, poco le interesa informarse o evaluar al viajero. Al igual que
los protagonistas de Alfonso Cuarón, Esteban pisa terreno ajeno y hace caso
omiso a su alrededor. La única intención de este personaje está en corregir
algo que solo le atañe al él mismo –podríamos decir incluso que la misma
prófuga ni es beneficiaria ni le mortifica esta búsqueda–.
Sin norte es por un lado una búsqueda personal, por otro es el reconocimiento de
un colectivo invisible. Lavanderos se excusa del relato de un romance escindido
para observar con puntualidad las deficiencias de un país que ha aislado a un
sector de su territorio. En Y tu mamá
también esa mirada social era referencial, apenas perceptible. En la
película chilena esa mirada es más pronunciada, casi un muestrario de casos que
van adquiriendo más protagonismo y atractivo que la trama central, la que de
paso se inclina a lo vacuo. La resolución de la historia de Esteban de pronto
tiene mayor significado cuando es relacionada con el trasfondo; la mirada
excluyente de un egoísmo capitalino que tiene un norte limitante.
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