Dos son los incentivos
que mantienen a la película de Jordan Downey en expectativa. El primero tiene
que ver con la venganza. Este es el motor del conflicto. Un guerrero, que alude
a alguna horda nórdica del medievo, ha jurado ante la tumba de su hija dar caza
a su asesino. Más allá de cumplir con un rol de “guardián del sitio”, está su empeño
de buscar una revancha. The Head Hunter
(2018) parece aludir al género western,
en referencia a una disputa de honor dentro de un espacio hostil a manos de un
protagonista hosco y obstinado dispuesto a la confrontación. Al personaje de
Downey le llega una suerte de mandados que simula a los afiches pegados en las
entradas de los bares u oficina de algún sheriff. Lo cierto es que aquí no se
trata de un intercambio de intereses. Lo de este vikingo es personal.
Ahora, a la línea de
los indios apaches, enemigos por excelencia de los cowboys, el enemigo en The
Head Hunter es también un ser salvaje engendrado por el contexto. Downey hace
rivalizar a dos especies que comparten una naturaleza que los llevará a un
enfrentamiento sanguinario, el mismo que es desigual por el gran número de
enemigos que, curiosamente, no atacan en horda. ¿Qué obliga al director a no
exponer a su guerrero a una emboscada? Es a propósito de esto que se sostiene
el segundo incentivo de la película. The
Head Hunter se esfuerza por no exhibir a sus monstruos. Promover un ataque
en jauría, simplemente frustraría la pretensión del filme. El hecho que se
esconda la identidad de estos y, por lo tanto, los momentos de enfrentamiento, estimula
a que se preserve el suspenso, el morbo ante una posible manifestación
horrorosa, mismo mecanismo usado en Tiburón
(1975) o Alien (1979).
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