En su última película,
Miguel Barreda crea una dialéctica entre un drama familiar y un drama social. La cantera (2019) cuenta la historia de
un adolescente enfrentando la trágica y misteriosa muerte de su padre, uno de
los trabajadores más influyentes en las canteras de sillar de Arequipa. ¿Accidente
o asesinato? Todo lleva a sospechar que el responsable podría ser alguien de su
propio entorno familiar. De esta manera, la película hace una lectura al Hamlet
de Shakespeare. Un hijo cede a la demencia, una esposa carga un luto sin
congoja, un tío saca ventaja de la situación. La traición y la venganza se
denotan como tópicos centrales en el filme. Lo cierto es que esto no es más que
una proyección al verdadero estímulo de la película. Sucede que mientras los
protagonistas principales van haciendo caso a sus rencores y pasiones, el
trasfondo no deja de asomar su propia historia, que de paso no es ajena al de
la familia.
La cantera es un filme sobre la impunidad a vista de todos. No solo se
trata de la muerte no aclarada de un hombre, sino también el de los abusos que
recaen sobre los canteros de sillar. La sociedad forzada, las tarifas injustas
o el pago de cupos, son una serie de hechos que se desarrollan a la luz del día
y que desfavorecen a los que laboran en dicho entorno, quienes por generaciones
han sobrevivido a un oficio que de por sí asoma sus propios riesgos. Miguel Barreda
hace un panorama a este drama social desde un plano familiar/personal. El
protagonista adolescente es un síntoma más de la desesperación social, un
estado de inconformidad que se agrava, y trae un alargue que no reconoce
auxilio o solución. Este joven Hamlet, así como la realidad en los canteros de
sillar, están al borde del colapso.
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