En Aquarius (2016) una mujer se enfrenta a
una corporación inmobiliaria y, en consecuencia, una serie de intimidaciones
recaen contra ella. Kleber Mendonça Filho crea un relato sobre la obstinación como respuesta
ante la apropiación territorial ilícita. Es la eterna batalla entre los débiles
y los fuertes. Misma premisa se desarrolla en su nuevo filme. Bacurau (2019), co dirigido por Juliano
Dornelles, se asienta en una temporada distópica. La comunidad de Bacurau está
siendo acosada por un agente externo, e incluso parece que algunos de los suyos
están implicados. A diferencia de Aquarius,
Mendonça Filho y Dornelles ponen a toda una
población en un estado de alerta. Aquí también la intimidación hacia un grupo
de personas es una pauta recurrente. Acontecimientos extraños suceden
alrededor, atentados que el espectador ignora su razón o procedencia, pero que
los habitantes de Bacurau conocen y aguantan; al menos hasta que acontece una
tragedia mayor.
En atención a la
filmografía de Mendonça
Filho, este director se siente muy atraído por componer un ambiente abrigado
por el misterio. Los condominios de El sonido alrededor (2012) no dejaban de estimular un mal agüero entre sus protagonistas,
y lo mismo, aunque más evidente, acontece en Aquarius. En tanto, el pueblo de Bacurau será campo abierto, sin
embargo, la hostilidad, sea expresada o simplemente percibida, está merodeando.
Es en razón a esta comunidad envuelta en un estado de alerta que es inevitable
no dejar de relacionar esta película al género western, rasgo que no necesariamente tiene que ver con el entorno
desértico del lugar. Estamos tratando pues con un contexto que tiene un cerco
invisible, en tanto, fuera de este, el peligro surca a medida que anuncia una
ofensiva próxima que bien podría colonizar al poblado. Ahora, me refiero a una
ofensiva física, al mejor estilo western,
pues otro tipo de ataque, uno colateral, ya ha agredido a la comunidad.
En Bacurau estamos tratando con un enemigo
de mayor amplitud, aquel que usa estrategias de intimidación más complejas, que
implica una mayor inversión, planeamiento, una estructura de subordinados
especializados en hacer “ese tipo de trabajo”, el de la ocupación territorial
forzada. Mendonça
Filho y Dornelles expone al pueblo de Bacurau a una escala de recortes. En el
transcurso de la historia, los habitantes se verán, literalmente, borrados del
mapa y apartados de la distribución de recursos. Ya para cuando la comunidad
“aparentemente” se encuentre indefensa, los agresores darán pie a su última
ofensiva; y entonces surge el extracto más atractivo de la película. Más allá
de la mitad, Bacurau se inclina al spaghetti western. Los buenos y los
malos relucen sus rostros más perversos a fin de defender sus respectivas
causas. Un festín de violencia surge, respaldada por una cuota de humor negro
que ya venía resonando desde el principio. La firma de Kleber Mendonça Filho está presente, un director
apasionado por la convergencia de géneros, carácter que expira en El sonido alrededor, que, a fin de cuentas,
no deja de ser su mejor película.
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