Drama de época parcialmente
inspirada en la tradición epistolar. Río de Janeiro, finales de los 40. Guida
(Júlia Stockler) y Eurídice (Carol Duarte), las hijas de un comerciante griego,
se separan. La primera se ha marchado de casa, y desde entonces las hermanas
fantasean con su reencuentro. Karim Ainouz crea un relato en paralelo sobre sus
dos protagonistas, ambas viviendo y sufriendo por separado bajo la desigualdad
de género estimulada por su entorno familiar y social. Mediante una travesía
tortuosa, La vida invisible de Eurídice
Gusmao (2019) retrata un panorama caótico para las mujeres de la época con
el fin de promover un empoderamiento. La tiranía que se ejerce contra la mujer
se cita desde varios ámbitos; el doméstico, el sexual, el laboral, el de las
tradiciones familiares, el mismo sistema de salud que, por ejemplo, manifiesta
una negligencia impasible contra la concepción. Ainouz reproduce toda una red
martirizadora –a fin de cuentas, una realidad por entonces habitual– que sus
protagonistas se esfuerzan por derribar.
Pero La vida invisible de Eurídice Gusmao no
solo es el sufrimiento desesperanzador, es también el optimismo por un
reencuentro. En cierta manera, este es un estímulo que afila a un deseo de
trascendencia de las mujeres dentro de un ámbito patriarcal. A partir de ese
plano dramático de lazos filiales entre hermanas, es que resuena una película
como El color púrpura (1985),
historia en donde también tenemos a dos hermanas separadas, aunque en un ámbito
distinto y más lapidario, y se genera un empoderamiento femenino. Lo cierto es
que en la película de Steven Spielberg, más allá de la conclusión de la
historia, hay evidencia de una emancipación femenina triunfante. En el filme de
Karim Ainouz, no. En efecto, existen etapas que testimonian un deseo y un
resultado positivo; sin embargo, la coda de la película da indicio que el empoderamiento
ha quedado varado en el terreno de la fantasía o la utopía. La vida invisible de Eurídice Gusmao se
valora tanta desde su plano de crítica de género como dramática, muy a pesar,
los convencionalismos son inherentes.
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