A otro extremo de su
anterior película, El sitio de los sitios
(2016), los directores Natalia Cabral y Oriol Estrada hacen un nuevo retrato de
la brecha social existente en República Dominica, esta vez desde una ficción
empeñada en acentuar los problemas amasados en un entorno de la clase
acomodada. Miriam (Dulce Rodríguez) está rodeada por un caldo de prejuicios que
vulneran su seguridad dentro de su entorno. A puertas de celebrarse su fiesta
de quince años, la adolescente ingresará en un conflicto alimentado por un
racismo adiestrado por su familia materna. Dicha conducta será reiterativa
entre los miembros que la conforman; en tanto, Miriam, conviviendo a fuerza con
ese racismo, además de otros demonios, se sentirá abrumada, presionada a mentir
en razón de sentirse a salvo de un carga montón. Miriam miente (2018) no solo anida y replica la discriminación
racial, sino también otros mecanismos de segregación, saturación de malestares que
de pronto desfigura la mirada crítica. El divorcio, un empleado negro, una
revista con mujeres caucásicas, la iglesia como aposento de los chismes, la
vecina y su nuevo amante; forman parte de una lista de componentes que mediante
el solo conflicto central ya dejaban en claro esas malas prácticas.
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