Un conmovedor
testimonio se va planificando en la historia de una familia escapando de un
conflicto armado. Los silencios
(2018) asiste a las representaciones del realismo mágico para acercarnos al
dolor colectivo provocado por las guerras internas en Colombia. La directora
Beatriz Seigner realiza un filme en honor a los deudos de una guerra en donde
sociedades más desamparadas son las principales afectadas. El éxodo de sus
protagonistas a una comunidad entre fronteras resulta significativo, una negación
de ser parte de una soberanía. Esto implica un nuevo punto de partida; el
empezar de cero. Lo cierto es que al margen de ese nuevo comienzo, una carencia
resulta ser más importante para la tranquilidad de una familia escindida.
Los silencios es una película sobre el estado de estancamiento de las
víctimas directas del conflicto. Dicho atasco no solo es producto de las almas que
reclaman santa sepultura, es además un acto provocado por el derecho de
declarar, hacer su respectivo descargo, sea liberando un gesto de resentimiento
o compartiendo un llamado a la concordia. Aquí el juicio de los muertos, en
cierta forma, no se distingue a la de los vivos; es la regla del realismo
mágico. Beatriz Seigner le otorga sentimentalidad a su alegoría debido a que el
dolor de la ausencia se dramatiza, se hace palpable, se convierte
“literalmente” en una conmoción comunitaria y cotidiana. Los silencios representa de una manera lograda a la memoria que
busca una indemnización espiritual.
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