El hecho de que la
historia sobre la relación crítica entre un padre y un hijo se desarrolle en un
entorno retirado, le brinda al conflicto un plus
dramático. Temporada de caza (2017)
acontece en la Patagonia. El clima gélido y agreste, rodeado de la naturaleza
–entorno de cacería trazado de fronteras imaginarias–, resulta significativo
para los protagonistas, ambos dominados por una postura reticente. Luego de la
muerte de su madre, Nahuel (Lautaro Bettoni), un adolescente de personalidad
impulsiva, tendrá que convivir a fuerza con Ernesto (Germán Palacios), su padre
biológico, a quien no ha visto en años. La directora Natalia Garagiola nos
adentra en la trama de un hijo reprimiendo un luto y no reservando su
resentimiento hacia su padre.
Más allá de promover la
enmienda de un lazo familiar, esta película argentina está en la búsqueda de la
rutina, el acto de la adaptación. No sería exacto decir que seremos testigos de
personajes cambiando sus temperamentos o sus maneras de pensar. Caso el de
Nahuel, vamos observando un acto de reajuste rutinario sin abandonar sus
pulsiones; y esto no solo se manifiesta en la interacción con su padre, sino
con cualquier otro personaje que se le cruce. Es así como somos testigos que
una escena romántica termina siendo un acto frustrado, muy acorde al
temperamento del joven. Salvo por unas escenas finales, Temporada de caza para bien logra evadir los sentimentalismos que
serían inconexos dentro de esta situación. No hay reclamos ni tampoco
descargos, solo escenas enérgicas, las que por cierto van acompañadas de una
lograda banda sonora.
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